Nuestro café tiene los naranjas del amanecer. El ocre del pan recién horneado. El gris de los días grises, y la sonrisa blanca de quien te acompaña. Tiene el tono cálido de un abrazo. El rosa de unas mejillas en problemas, y el casi blanco de una lágrima. Luce el rojo rabioso de un jugo de frutillas. El color que sólo tiene tu barrio. La blue note. El amarillo cheese. Y hasta el verde rúcula de una ensalada algo compleja. Reúne tantos colores, como gustos se hayan escrito. Los tiene en degradé como el capuchino, e intensos como una buena charla.
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