Y como si el destino lo hubiera querido así, siempre fuimos una familia donde nos encanta cocinar y juntarnos con la única excusa de comer algo rico y vernos. Nuestras reuniones tenían todo: desde las comidas tradicionales con sus recetas pasadas de generación en generación, hasta las innovaciones de cocinar ‘algo más rico todavía’, y así sorprender a la familia un domingo al mediodía con un nuevo acompañante para el asado familiar, o un nuevo postre como broche. Mucha charla y mate para empezar la tarde a comer otra vez esas cositas dulces preparadas para combatir lo amargo de la yerba. Los cumpleaños eran famosos entre los amigos de los más chiquitos porque había de todo para comer y muy rico. Todo lo que viniera en una bolsa fabricado por una maquina era mala palabra en nuestras casas. La fama entre los amigos y los vecinos empezó a crecer, empezamos cocinando para algún conocido que tenía una ocasión especial, terminando años después transformando esa costumbre familiar en un negocio que se sigue haciendo con las mismas manos y el mismo amor. Ya sea nuestras ricas cosas dulces, nuestra línea de Navidad, o las pizzas famosas por lo livianas y sabrosas, todo se prepara para nuestro cliente como si viniera el domingo a casa a comer con nosotros.
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